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Diego Montana

EUGENIA MANZANERA: "NECESITAMOS MUJERES QUE INVESTIGUEN LA NARRACIÓN ORAL Y RECOPILEN OTRO TIPO DE NARRACIONES"

Aprovechamos el 8 de marzo para charlar con la cuentista salmantina, que ha formado parte del III Festival Enclave Mujer, sobre el papel de la mujer en la tradición oral, la investigación desde la perspectiva femenina y la bella profesión de contar historias.

Enclave Cultura: Te  defines como narradora, cuentista, actriz y clown: ¿qué faceta tiene mayor peso en tu perfil profesional? ¿O quizás son todas distintas caras de una misma cosa?

Eugenia Manzanera: En realidad todas están unidas. En lo que más trabajo es en la narración oral, pero sin la faceta de clown y la de actriz no podría contar cuentos. De hecho hay quienes en la profesión de la narración dicen que soy más actriz que narradora, y al revés, desde las artes escénicas dicen que soy más narradora que actriz. Pero muchos coinciden en que soy muy payasa, así que a lo mejor esa es la faceta que más fuerza tiene.

También creo que no se debe hacer demasiado caso a lo que dicen los demás, porque eso te limita mucho. Cuando empecé a narrar había gente muy ortodoxa en este mundo que de alguna manera me apartó un poco aduciendo que yo no narraba, que hacía otra cosa. Pero al cabo de los años aprendí que narrar es aceptarte tal y como tú eres: no puedes hacer de nadie más que de ti, todas las historias pasan a través de ti. Es como tocar un instrumento: puedes interpretar una partitura escrita por Bach, pero siempre lo haces a tu manera.

EC: En tu sitio web declaras que tu materia de trabajo son las palabras, a las que defines como “cajitas hermosas” y “jeroglíficos a los que prestamos nuestra atención para poder relacionarnos y comprender”. ¿Cómo es tu relación con ellas?

EM: Mi relación con las palabras no es una relación filológica, para mí son instrumentos melódicos. A veces es difícil que dos personas se entiendan con las palabras, porque lo que para ti significa una cosa para mí puede significar otra. Es complicado expresarse solo con palabras, fíjate lo difícil que es aprender un segundo idioma para hacerte entender con fluidez. Además en las palabras hay muchísimas más cosas: el tono con el que te expresas, tu expresión corporal.... Para mí todo forma parte de la palabra. Utilizamos todos esos elementos para comprender, incluso la gente que se expresa en lengua de signos utiliza un gesto para decir una palabra. Para mí la palabra es un vehículo de comunicación.

EC: En la época de las redes sociales, la predominancia de los iconos y lo visual, ¿crees que estamos dejando de prestar la debida atención a las palabras?

EM: Seguimos utilizando montones de palabras: solo tienes que fijarte en la velocidad a la que hablan los youtubers. Utilizan palabras como si fueran ríos. No creo que haya que denostar las redes sociales. En todas las épocas de la historia se han sucedido cambios que al ser humano le cuesta tolerar. Nos desestabilizan en nuestra forma de pensar. Algunas personas se enfrentan a eso con violencia y otras desde la aceptación.

El otro día me llegó una foto de un grupo de chicos en el que todos estaban hablando con el móvil, y luego había otra foto de unos señores de los años 20 leyendo el periódico: creo que no hay tanta diferencia entre ambas imágenes. Siempre ha habido cambios, el problema que tenemos ahora es que hay demasiada información. Tenemos que ser listos y elegir bien la información, separando el grano de la paja.

También creo que sería necesario aprender a interpretar las imágenes en la escuela. Por ejemplo, la artista Yolanda Domínguez plantea una reflexión sobre la mujer en la moda y en la cultura visual; es tremendo comprobar cómo muchas fotografías de moda presentan modelos que posan como si fueran un cuerpo medio muerto, llorando o con la apariencia de haber sido golpeadas.Y lo más llamativo es que son fotografías muy bellas, porque aunque sea horrible decirlo la crueldad es bella.

Es importante aprender a distinguir la ficción, o los que nos quiere decir un autor con sus imágenes, de la realidad. Un ejemplo claro es el porno que consumen los jóvenes; tendríamos que ofrecer más herramientas a los adolescentes para que no confundan las ficciones con la realidad.

EC: Tú misma has reflexionado sobre qué es más importante, si las palabras o la forma en la que decimos esas palabras: ¿con qué opción te quedas?

EM:
Sin duda con la forma de decirlas. La información que nos llega a través del lenguaje corporal  ronda el 90%, mientras que el 10% restante reside en el significado literal de la palabra. Las personas invidentes, por ejemplo, extraen muchísima información a partir del tono y la musicalidad del hablante. Las palabras por sí solas no dicen absolutamente nada: la palabra es gesto, es música y muchas más cosas.

Un ejemplo: el neurólogo Oliver Sacks observó cómo un grupo de pacientes con dislexia profunda fueron capaces de expresar con exactitud que las declaraciones de Bill Clinton en las que negaba haber mantenido relaciones sexuales con Monica Lewinsky eran falsas solo observando la gestualidad del expresidente.

EC: Dices que, como cuentista, no puedes quedarte con las primeras versiones que aparecen publicadas. Eso nos lleva al tema de la investigación, de la que hablas a la vez como una obligación y placer. ¿Qué papel juega en tu trabajo?

EM: Si quieres puedes quedarte con la versión de los cuentos de Walt Disney, pero también puedes investigar, que no es una tarea fácil. La pregunta es: ¿dónde investigar? Es una pena porque hay muchísimas mujeres que investigan sobre narración oral pero muchas veces su trabajo no nos llega a nosotras, las narradoras. Mi fuente más directa es Angela Carter, una escritora británica que tiene varios libros publicados sobre tradición oral y que tiene por norma no cambiar nada de las historias que recoge y publica.

Por otra parte, también me ha aportado mucho el hecho de haber conocido a Ignasi Potrony, fallecido recientemente, un narrador catalán que tiene una mirada extraordinaria sobre la narración oral y que era muy generoso, compartiendo sus investigaciones sobre cuentos.

También es una fuente de conocimiento el contacto con otras narradoras, con las que compartimos información. Junto con Nieves Pérez, Magdalena Labarga, Tania Muñoz, Almudena Francés, Sherezade Bardají y Cristina Verbena tenemos un grupo que hemos llamado Informe Carter. No nos pasamos cuentos, pero sí nos contagiamos de las ganas de investigar y la intención de hacer nuestro trabajo bien pero de forma relajada, sin exigencias.

Hace algunos años que desde el mundo de la narración reivindicamos la tradición y autenticidad en los cuentos, en contra de esa manía tan habitual de cambiarlos. Pienso que es horrible, porque no hace falta convertir “Caperucita” en otra cosa y olvidarse de contar la verdadera “Caperucita”.  En este sentido, la recuperación de cuentos de Rodríguez Almodóvar es también de cabecera.

Habría que preguntarse, ¿qué es lo que te ha llamado la atención de “Caperucita”? Hay otra versión de Angela Carter que está en su libro de versiones “La Cámara Sangrienta”, en el que Caperucita corta una pata al lobo y se la guarda. Al llegar a su casa, la abuela tiene mucha fiebre y descubre que le falta una mano y tiene una infección en la herida: cuando saca la pata del lobo, esta se ha convertido en la mano de la vieja. La abuela intenta matar a Caperucita, que finalmente acaba matándola. Cuenta algo totalmente distinto, nos habla de matar la tradición (la abuela) y quedarse a vivir en su casa. Como si pensara “no puedo seguir evolucionando si no mato las cosas que se han quedado ancladas en el pasado”.

La misma Angela Carter explica en uno de sus prólogos que los cuentos son como las albóndigas: ¿acaso existe una receta única? Hay quien les pone pimienta, otros les ponen chocolate, sal..  No podemos decir cuál es la verdadera Caperucita, porque depende de quién haya contado el cuento querá decir una u otra cosa, y también depende del oyente, que entenderá según su experiencia. En este sentido los cuentos están vivos, no hay que “sobredirigir” las narraciones porque si no se convierten en panfletos, que es lo que pasa con la gente que se aprovecha de la moda del feminismo. Es una pena, pero algunas personas en vez de contar historias hacen panfletos.

EC: Hablemos de la figura de la mujer en relación a la oralidad. ¿Cuál es el papel que la mujer ha tenido como protagonista de la transmisión de la tradición oral? ¿Crees que ha sido predominante?

EM: El papel de la mujer como narradora y profesional se ve a veces limitado por circunstancias personales o familiares: los viajes profesionales a veces son complicados de conciliar con la vida familiar. Es más fácil si eres hombre, aunque ellos digan que tienen el mismo papel que la mujer en casa, se pueden marchar tres días para ir a trabajar fuera. Como mujer no puedes, en parte porque tú misma no te lo permites: si viajas hay una parte de ti que se pregunta “¿cómo puedo dejar a mi niña o a mi niño en casa?”.

Los hombres narradores trabajan más que las mujeres, aunque no entiendo muy bien por qué es así porque hay muchas más mujeres narradoras que hombres. De alguna manera, mientras que las mujeres tenemos una visión periférica de las cosas, los hombres tienen una mujer túnel. Cuando un hombre tiene un objetivo no se dispersa, pero las mujeres estamos a un montón de frentes distintos.

Las mujeres que han llegado a ser conocidas por su trabajo comparten esta visión masculina de túnel. Al mismo tiempo, si una mujer lucha para alcanzar su objetivo y es directa, lo menos que le van a decir es que es una borde. Se confunde la contundencia con agresividad. Parece que cuando tienes algo muy claro eres incómoda y resultas molesta al resto de la sociedad.

EC: Volviendo a Angela Carter: ¿nos podrías recomendar alguna obra que creas pueda tener especial interés actualmente?


EM: Su recopilación de libros, Los cuentos de Angela Carter es muy recomendable. Justamente hoy, la narradora Tania Muñoz, que es compañera en el grupo Informe Carter, va a grabar una genealogía hablando de Carter. Una genealogía es lo que en la Asociación de Profesionales de la Narración Oral en España (AEDA) llamamos al hecho de rendir homenaje a un autor o autora que nos ha inspirado en nuestras carreras.

En esta línea, Paula Carbonell también grabó una genealogía hablando de Carmen Martin Gaite, que también es una narradora muy importante para nuestra visión con su libro El cuento de nunca acabar, que habla de la importancia de la escucha en la narración oral. Martin Gaite es muy importante para la narración en España.

EC: Hablando de Informe Carter, en la web de AEDA encontramos un decálogo feminista sobre la necesidad de sumarse a la huelga del 8M. Estaría muy bien conocer tus impresiones sobre algunas de las ideas contenidas en él. Por ejemplo, en el documento se puede leer que “las mujeres en el oficio de la narración somos mayoría y aun así, el camino hacia la visibilización está siendo lento”:

EM: Si, claro. En los festivales de narración hay más presencia masculina que femenina, cuando claramente somos más mujeres que narramos que hombres. No podemos hacer nada contra eso, más allá de una llamada de atención. ¿Por qué son más importantes los hombres si somos más nosotras? Como alguien comentaba entre el público de “EnClave Mujer”: pasa también en el mudo de la cocina.

Si no te das cuenta de las cosas no puedes cambiarlas, y antes nos parecía normal: al principio de la narración en España, sobre los años 92-93, eran todo hombres los que tenían importancia y, aunque había muchas más mujeres, simplemente lo aceptábamos. Hasta que de repente hemos abierto los ojos.

EC: En el mismo listado también puede leerse que “como narradoras necesitamos figuras de recopiladoras e investigadoras que traigan a nuestros días todos los cuentos tradicionales”.

Claro, cuando los hermanos Grimm iban por Alemania recopilando historias (nunca se fueron muy lejos por allí tenían quien les cocinara), eran las mujeres las que les contaban cuentos. Como ellos eran hombres, las narradoras contaban las historias de manera que a ellos les gustaran.

Necesitamos quien recopile historias e indague cuáles son los cuentos que, según las mujeres, les llenen. Que no sean siempre hombres los que recopilen, sino que sean mujeres las que nos permitan llegar a otro tipo de narraciones, que las hay.

EC: A las mujeres se os presupone “la excelencia en ciertos trabajos relacionados con la primera infancia, pero no es así cuando se trata de contar para público adulto”

EM: Claro, tú piensas en una escuela infantil y está llena de mujeres que cuidan bebés. Nunca piensas que puede haber un hombre cambiando un pañal (aunque también los hay). Tenemos que cambiar los imaginarios, porque sin eso no hay revolución: la revolución siempre se ha hecho imaginando nuevas cosas. Primero hemos imaginado la revolución y luego hemos podido saltar a la realidad. Las mujeres están asociadas a lo maternal, pero cuando de repente nos ponen encima de un escenario y contamos cosas con más fuerza, un poco subidas de tono o con contenido sexual,¡ya resultamos incómodas!

En una ocasión fui a un festival en Perú y contaba para bebés. Cuando terminé de contar cuentos todo eran elogios, pero a los dos días conté para adultos y de repente todo eran miradas de extrañeza. Cuanto mínimo, pensaban “¿pero una mujer puede hacer las dos cosas? Esto es demasiado fuerte para nosotros”. De alguna manera resultamos incómodas y eso a veces es una complicación a la hora de conseguir trabajo.

EC: En un día como hoy, 8 de marzo, tiene especial sentido esta otra frase de Informe Carter: ”sabemos que hay muchos mundos posibles y que sólo con la presencia, el reconocimiento y la igualdad entre hombres y mujeres construiremos un futuro diferente”. ¿Qué crees que las cuentistas podéis hacer por el futuro de la igualdad?

EM: Creo que lo estamos haciendo desde hace mucho tiempo, como si fuéramos hormiguitas. Pero es que las hormigas también pueden construir montañas. Simplemente con nuestra presencia, contando para adultos, estamos haciendo mucho. La elección de los cuentos también tiene un papel importante: no contamos cosas al tuntún, estudiamos mucho por qué estamos contando ese preciso cuento. Además, como he dicho antes, el imaginario es muy importante, porque de ahí puede saltar a la vida cotidiana.

Yo no quiero que me contraten el día de la mujer trabajadora, ni el día contra la violencia de género. Solo se acuerdan de ti cuando es uno de estos días. No podemos acordarnos del agua solo el Día del Agua, porque la bebemos todos los días.

EC: Para terminar. ¿te apetece contar algo más al público de Murcia?

EM: Sí, ¡claro! Quiero decirles que aunque a veces se me cruzan los conceptos (no soy una gran estudiosa del feminismo ni de la narración), no podría dar conferencias porque no tengo las ideas muy bien estructuradas, me baso sobre todo en la intuición, tengo la igualdad metida en la sangre.

Para mí, desde pequeña, las injusticias han sido evidentes. Fui a un colegio religioso y creo que las mujeres sufrimos muchas injusticias. Siempre se ha dicho eso de que “los bebés no se enteran”, pero no es cierto: nos enteramos de un montón de cosas desde que nacemos. Hasta hace bien poco también decían que las mujeres no nos enteramos y obviamente no es así.

Estas verdades como puños que tenemos en la sociedad, y que muchas veces no sabemos muy bien de dónde vienen, hay que replanteárselas porque muchas veces son injustas. Siempre me ha motivado esa búsqueda de la justicia.

Nadie está en posesión de la verdad absoluta, hay que ser empáticos. Los cuentos me sirven para tener un abanico de las posibilidades que pueden formar “la verdad”.

Entrevista realizada por Carlos Albaladejo


Eugenia Manzanera: “Necesitamos mujeres que investiguen la narración oral y recopilen otro tipo de narraciones”


Reivindicamos la tradición y autenticidad en los cuentos, en contra de esa manía tan habitual de cambiarlos”


Aprovechamos el 8 de marzo para charlar con la cuentista salmantina, que ha formado parte del III Festival Enclave Mujer, sobre el papel de la mujer en la tradición oral, la investigación desde la perspectiva femenina y la bella profesión de contar historias. 


Enclave Cultura: Te  defines como narradora, cuentista, actriz y clown: ¿qué faceta tiene mayor peso en tu perfil profesional? ¿O quizás son todas distintas caras de una misma cosa?


Eugenia Manzanera: En realidad todas están unidas. En lo que más trabajo es en la narración oral, pero sin la faceta de clown y la de actriz no podría contar cuentos. De hecho hay quienes en la profesión de la narración dicen que soy más actriz que narradora, y al revés, desde las artes escénicas dicen que soy más narradora que actriz. Pero muchos coinciden en que soy muy payasa, así que a lo mejor esa es la faceta que más fuerza tiene.


También creo que no se debe hacer demasiado caso a lo que dicen los demás, porque eso te limita mucho. Cuando empecé a narrar había gente muy ortodoxa en este mundo que de alguna manera me apartó un poco aduciendo que yo no narraba, que hacía otra cosa. Pero al cabo de los años aprendí que narrar es aceptarte tal y como tú eres: no puedes hacer de nadie más que de ti, todas las historias pasan a través de ti. Es como tocar un instrumento: puedes interpretar una partitura escrita por Bach, pero siempre lo haces a tu manera. 


EC: En tu sitio web declaras que tu materia de trabajo son las palabras, a las que defines como “cajitas hermosas” y “jeroglíficos a los que prestamos nuestra atención para poder relacionarnos y comprender”. ¿Cómo es tu relación con ellas?


EM: Mi relación con las palabras no es una relación filológica, para mí son instrumentos melódicos. A veces es difícil que dos personas se entiendan con las palabras, porque lo que para ti significa una cosa para mí puede significar otra. Es complicado expresarse solo con palabras, fíjate lo difícil que es aprender un segundo idioma para hacerte entender con fluidez. Además en las palabras hay muchísimas más cosas: el tono con el que te expresas, tu expresión corporal.... Para mí todo forma parte de la palabra. Utilizamos todos esos elementos para comprender, incluso la gente que se expresa en lengua de signos utiliza un gesto para decir una palabra. Para mí la palabra es un vehículo de comunicación. 


EC: En la época de las redes sociales, la predominancia de los iconos y lo visual, ¿crees que estamos dejando de prestar la debida atención a las palabras?


EM: Seguimos utilizando montones de palabras: solo tienes que fijarte en la velocidad a la que hablan los youtubers. Utilizan palabras como si fueran ríos. No creo que haya que denostar las redes sociales. En todas las épocas de la historia se han sucedido cambios que al ser humano le cuesta tolerar. Nos desestabilizan en nuestra forma de pensar. Algunas personas se enfrentan a eso con violencia y otras desde la aceptación. 


El otro día me llegó una foto de un grupo de chicos en el que todos estaban hablando con el móvil, y luego había otra foto de unos señores de los años 20 leyendo el periódico: creo que no hay tanta diferencia entre ambas imágenes. Siempre ha habido cambios, el problema que tenemos ahora es que hay demasiada información. Tenemos que ser listos y elegir bien la información, separando el grano de la paja. 


También creo que sería necesario aprender a interpretar las imágenes en la escuela. Por ejemplo, la artista Yolanda Domínguez plantea una reflexión sobre la mujer en la moda y en la cultura visual; es tremendo comprobar cómo muchas fotografías de moda presentan modelos que posan como si fueran un cuerpo medio muerto, llorando o con la apariencia de haber sido golpeadas.Y lo más llamativo es que son fotografías muy bellas, porque aunque sea horrible decirlo la crueldad es bella.


Es importante aprender a distinguir la ficción, o los que nos quiere decir un autor con sus imágenes, de la realidad. Un ejemplo claro es el porno que consumen los jóvenes; tendríamos que ofrecer más herramientas a los adolescentes para que no confundan las ficciones con la realidad.


EC: Tú misma has reflexionado sobre qué es más importante, si las palabras o la forma en la que decimos esas palabras: ¿con qué opción te quedas?


EM: Sin duda con la forma de decirlas. La información que nos llega a través del lenguaje corporal  ronda el 90%, mientras que el 10% restante reside en el significado literal de la palabra. Las personas invidentes, por ejemplo, extraen muchísima información a partir del tono y la musicalidad del hablante. Las palabras por sí solas no dicen absolutamente nada: la palabra es gesto, es música y muchas más cosas. 


Un ejemplo: el neurólogo Oliver Sacks observó cómo un grupo de pacientes con dislexia profunda fueron capaces de expresar con exactitud que las declaraciones de Bill Clinton en las que negaba haber mantenido relaciones sexuales con Monica Lewinsky eran falsas solo observando la gestualidad del expresidente.


EC: Dices que, como cuentista, no puedes quedarte con las primeras versiones que aparecen publicadas. Eso nos lleva al tema de la investigación, de la que hablas a la vez como una obligación y placer. ¿Qué papel juega en tu trabajo?


EM: Si quieres puedes quedarte con la versión de los cuentos de Walt Disney, pero también puedes investigar, que no es una tarea fácil. La pregunta es: ¿dónde investigar? Es una pena porque hay muchísimas mujeres que investigan sobre narración oral pero muchas veces su trabajo no nos llega a nosotras, las narradoras. Mi fuente más directa es Angela Carter, una escritora británica que tiene varios libros publicados sobre tradición oral y que tiene por norma no cambiar nada de las historias que recoge y publica. 


Por otra parte, también me ha aportado mucho el hecho de haber conocido a Ignasi Potrony, fallecido recientemente, un narrador catalán que tiene una mirada extraordinaria sobre la narración oral y que era muy generoso, compartiendo sus investigaciones sobre cuentos. 


También es una fuente de conocimiento el contacto con otras narradoras, con las que compartimos información. Junto con Nieves Pérez, Magdalena Labarga, Tania Muñoz, Almudena Francés, Sherezade Bardají y Cristina Verbena tenemos un grupo que hemos llamado Informe Carter. No nos pasamos cuentos, pero sí nos contagiamos de las ganas de investigar y la intención de hacer nuestro trabajo bien pero de forma relajada, sin exigencias. 


Hace algunos años que desde el mundo de la narración reivindicamos la tradición y autenticidad en los cuentos, en contra de esa manía tan habitual de cambiarlos. Pienso que es horrible, porque no hace falta convertir “Caperucita” en otra cosa y olvidarse de contar la verdadera “Caperucita”.  En este sentido, la recuperación de cuentos de Rodríguez Almodóvar es también de cabecera. 


Habría que preguntarse, ¿qué es lo que te ha llamado la atención de “Caperucita”? Hay otra versión de Angela Carter que está en su libro de versiones “La Cámara Sangrienta”, en el que Caperucita corta una pata al lobo y se la guarda. Al llegar a su casa, la abuela tiene mucha fiebre y descubre que le falta una mano y tiene una infección en la herida: cuando saca la pata del lobo, esta se ha convertido en la mano de la vieja. La abuela intenta matar a Caperucita, que finalmente acaba matándola. Cuenta algo totalmente distinto, nos habla de matar la tradición (la abuela) y quedarse a vivir en su casa. Como si pensara “no puedo seguir evolucionando si no mato las cosas que se han quedado ancladas en el pasado”. 


La misma Angela Carter explica en uno de sus prólogos que los cuentos son como las albóndigas: ¿acaso existe una receta única? Hay quien les pone pimienta, otros les ponen chocolate, sal..  No podemos decir cuál es la verdadera Caperucita, porque depende de quién haya contado el cuento querá decir una u otra cosa, y también depende del oyente, que entenderá según su experiencia. En este sentido los cuentos están vivos, no hay que “sobredirigir” las narraciones porque si no se convierten en panfletos, que es lo que pasa con la gente que se aprovecha de la moda del feminismo. Es una pena, pero algunas personas en vez de contar historias hacen panfletos. 


EC: Hablemos de la figura de la mujer en relación a la oralidad. ¿Cuál es el papel que la mujer ha tenido como protagonista de la transmisión de la tradición oral? ¿Crees que ha sido predominante?


EM: El papel de la mujer como narradora y profesional se ve a veces limitado por circunstancias personales o familiares: los viajes profesionales a veces son complicados de conciliar con la vida familiar. Es más fácil si eres hombre, aunque ellos digan que tienen el mismo papel que la mujer en casa, se pueden marchar tres días para ir a trabajar fuera. Como mujer no puedes, en parte porque tú misma no te lo permites: si viajas hay una parte de ti que se pregunta “¿cómo puedo dejar a mi niña o a mi niño en casa?”.


Los hombres narradores trabajan más que las mujeres, aunque no entiendo muy bien por qué es así porque hay muchas más mujeres narradoras que hombres. De alguna manera, mientras que las mujeres tenemos una visión periférica de las cosas, los hombres tienen una mujer túnel. Cuando un hombre tiene un objetivo no se dispersa, pero las mujeres estamos a un montón de frentes distintos. 


Las mujeres que han llegado a ser conocidas por su trabajo comparten esta visión masculina de túnel. Al mismo tiempo, si una mujer lucha para alcanzar su objetivo y es directa, lo menos que le van a decir es que es una borde. Se confunde la contundencia con agresividad. Parece que cuando tienes algo muy claro eres incómoda y resultas molesta al resto de la sociedad. 


EC: Volviendo a Angela Carter: ¿nos podrías recomendar alguna obra que creas pueda tener especial interés actualmente?


EM: Su recopilación de libros, Los cuentos de Angela Carter es muy recomendable. Justamente hoy, la narradora Tania Muñoz, que es compañera en el grupo Informe Carter, va a grabar una genealogía hablando de Carter. Una genealogía es lo que en la Asociación de Profesionales de la Narración Oral en España (AEDA) llamamos al hecho de rendir homenaje a un autor o autora que nos ha inspirado en nuestras carreras. 


En esta línea, Paula Carbonell también grabó una genealogía hablando de Carmen Martin Gaite, que también es una narradora muy importante para nuestra visión con su libro El cuento de nunca acabar, que habla de la importancia de la escucha en la narración oral. Martin Gaite es muy importante para la narración en España. 


EC: Hablando de Informe Carter, en la web de AEDA encontramos un decálogo feminista sobre la necesidad de sumarse a la huelga del 8M. Estaría muy bien conocer tus impresiones sobre algunas de las ideas contenidas en él. Por ejemplo, en el documento se puede leer que “las mujeres en el oficio de la narración somos mayoría y aun así, el camino hacia la visibilización está siendo lento”: 


EM: Si, claro. En los festivales de narración hay más presencia masculina que femenina, cuando claramente somos más mujeres que narramos que hombres. No podemos hacer nada contra eso, más allá de una llamada de atención. ¿Por qué son más importantes los hombres si somos más nosotras? Como alguien comentaba entre el público de “EnClave Mujer”: pasa también en el mudo de la cocina. 


Si no te das cuenta de las cosas no puedes cambiarlas, y antes nos parecía normal: al principio de la narración en España, sobre los años 92-93, eran todo hombres los que tenían importancia y, aunque había muchas más mujeres, simplemente lo aceptábamos. Hasta que de repente hemos abierto los ojos.


EC: En el mismo listado también puede leerse que “como narradoras necesitamos figuras de recopiladoras e investigadoras que traigan a nuestros días todos los cuentos tradicionales”. 


Claro, cuando los hermanos Grimm iban por Alemania recopilando historias (nunca se fueron muy lejos por allí tenían quien les cocinara), eran las mujeres las que les contaban cuentos. Como ellos eran hombres, las narradoras contaban las historias de manera que a ellos les gustaran.


Necesitamos quien recopile historias e indague cuáles son los cuentos que, según las mujeres, les llenen. Que no sean siempre hombres los que recopilen, sino que sean mujeres las que nos permitan llegar a otro tipo de narraciones, que las hay. 


EC: A las mujeres se os presupone “la excelencia en ciertos trabajos relacionados con la primera infancia, pero no es así cuando se trata de contar para público adulto”

EM: Claro, tú piensas en una escuela infantil y está llena de mujeres que cuidan bebés. Nunca piensas que puede haber un hombre cambiando un pañal (aunque también los hay). Tenemos que cambiar los imaginarios, porque sin eso no hay revolución: la revolución siempre se ha hecho imaginando nuevas cosas. Primero hemos imaginado la revolución y luego hemos podido saltar a la realidad. Las mujeres están asociadas a lo maternal, pero cuando de repente nos ponen encima de un escenario y contamos cosas con más fuerza, un poco subidas de tono o con contenido sexual,¡ya resultamos incómodas!


En una ocasión fui a un festival en Perú y contaba para bebés. Cuando terminé de contar cuentos todo eran elogios, pero a los dos días conté para adultos y de repente todo eran miradas de extrañeza. Cuanto mínimo, pensaban “¿pero una mujer puede hacer las dos cosas? Esto es demasiado fuerte para nosotros”. De alguna manera resultamos incómodas y eso a veces es una complicación a la hora de conseguir trabajo.


EC: En un día como hoy, 8 de marzo, tiene especial sentido esta otra frase de Informe Carter: ”sabemos que hay muchos mundos posibles y que sólo con la presencia, el reconocimiento y la igualdad entre hombres y mujeres construiremos un futuro diferente”. ¿Qué crees que las cuentistas podéis hacer por el futuro de la igualdad?


EM: Creo que lo estamos haciendo desde hace mucho tiempo, como si fuéramos hormiguitas. Pero es que las hormigas también pueden construir montañas. Simplemente con nuestra presencia, contando para adultos, estamos haciendo mucho. La elección de los cuentos también tiene un papel importante: no contamos cosas al tuntún, estudiamos mucho por qué estamos contando ese preciso cuento. Además, como he dicho antes, el imaginario es muy importante, porque de ahí puede saltar a la vida cotidiana.


Yo no quiero que me contraten el día de la mujer trabajadora, ni el día contra la violencia de género. Solo se acuerdan de ti cuando es uno de estos días. No podemos acordarnos del agua solo el Día del Agua, porque la bebemos todos los días. 


EC: Para terminar. ¿te apetece contar algo más al público de Murcia?


EM: Sí, ¡claro! Quiero decirles que aunque a veces se me cruzan los conceptos (no soy una gran estudiosa del feminismo ni de la narración), no podría dar conferencias porque no tengo las ideas muy bien estructuradas, me baso sobre todo en la intuición, tengo la igualdad metida en la sangre. 


Para mí, desde pequeña, las injusticias han sido evidentes. Fui a un colegio religioso y creo que las mujeres sufrimos muchas injusticias. Siempre se ha dicho eso de que “los bebés no se enteran”, pero no es cierto: nos enteramos de un montón de cosas desde que nacemos. Hasta hace bien poco también decían que las mujeres no nos enteramos y obviamente no es así. 


Estas verdades como puños que tenemos en la sociedad, y que muchas veces no sabemos muy bien de dónde vienen, hay que replanteárselas porque muchas veces son injustas. Siempre me ha motivado esa búsqueda de la justicia. 


Nadie está en posesión de la verdad absoluta, hay que ser empáticos. Los cuentos me sirven para tener un abanico de las posibilidades que pueden formar “la verdad”. 


Entrevista realizada por Carlos Albaladejo